Jean-Honoré Fragonard, alrededor de 1770. Museu Calouste Gulbenkian
Óleo sobre tabla
71 x 90 cm.
Se supone que en este cuadro, Fragonard intenta representar la fragilidad de las relaciones amorosas: una inocente merienda se ve amenazada por las aguas arremolinadas y los oscuros arcos de vegetación que aguardan a los aristócratas un poco más adelante.
Desde que contemplé esta pintura por primera vez en Lisboa, siempre la he visto de una forma mucho mas inquietante. Una especie de rana enorme se va a abalanzar sobre a las pobres figuras que están situadas en el balcón, con unas tremendas fauces abiertas, ante la horrorizada mirada de los paseantes de la barca. Tampoco ellos están a salvo. Su tremenda zarpa izquierda, esta colocada, de manera amenazadora, justo delante de la primera embarcación. Si me apuras, hasta el árbol de mas a la izquierda está disfrazado de trueno. Ninguno de los excursionista va a regresar. Y el que está observando el cuadro, sin darse cuenta, lo sabe.
Lo que parece un arbusto situado a la izquierda, junto a un tronco de árbol, es en realidad, una oscura figura que mira la escena con atención, como esperando el veredicto de un juicio. No se está hablando aquí de incertidumbres o de la fragilidad de los devaneos amorosos, sino de ir contra corriente, de la experiencia de haber sido engullido literalmente por los sentimientos.
Lo dicho, inquietante.
Desde que contemplé esta pintura por primera vez en Lisboa, siempre la he visto de una forma mucho mas inquietante. Una especie de rana enorme se va a abalanzar sobre a las pobres figuras que están situadas en el balcón, con unas tremendas fauces abiertas, ante la horrorizada mirada de los paseantes de la barca. Tampoco ellos están a salvo. Su tremenda zarpa izquierda, esta colocada, de manera amenazadora, justo delante de la primera embarcación. Si me apuras, hasta el árbol de mas a la izquierda está disfrazado de trueno. Ninguno de los excursionista va a regresar. Y el que está observando el cuadro, sin darse cuenta, lo sabe.
Lo que parece un arbusto situado a la izquierda, junto a un tronco de árbol, es en realidad, una oscura figura que mira la escena con atención, como esperando el veredicto de un juicio. No se está hablando aquí de incertidumbres o de la fragilidad de los devaneos amorosos, sino de ir contra corriente, de la experiencia de haber sido engullido literalmente por los sentimientos.
Lo dicho, inquietante.
(Publicada en Arte a las ocho por primera vez el 21/03/13)