Il ciclo scientifico della cripta della Cattedrale di Anagni (El ciclo científico de la cripta de la catedral de Anagni)

Maestro delle Traslazioni, h.1231. Cripta de la Cattedrale di Anagni

Pintura al fresco

La cripta de la catedral de Anagni, dedicada a San Magno, está situada justo debajo del transepto y los tres ábsides de la iglesia del piso superior. Compuesta por veintiuna bóvedas de crucería, sustentadas por dos filas centrales de seis columnas cada una, está completamente decorada con frescos, en su mayor parte estupendamente conservados, que cubren todo el conjunto. Cuatro pilastras mayores que el resto, también decoradas, sobresalen de las paredes. 

Se sabe que dichos frescos fueron realizados por varios talleres diferentes: el del Maestro delle Traslazioni, autor de la mayor parte de ellos; el del Maestro Ornatista y el del Terzo Maestro. Al primero se le considera seguidor del la escuela de artistas romanos de finales del siglo XI que trabajaron en la iglesia inferior de San Clemente y en la basílica de San Anastasio; al segundo, se le relaciona con el taller veneciano de tradición bizantina que realizó el ábside de la basílica de San Pablo Extramuros; y al tercero, con uno de los que trabajó en el complejo benedictino de Subiaco y en el Aula Gótica de la iglesia de los Santi Quattro Coronati.

Estos frescos están organizados en varios ciclos. Nos vamos a ocupar del primero de ellos, el ciclo científico, que nos ilustra acerca de como la Iglesia era bastante receptiva con las ideas cosmogónicas y antropológicas de la Grecia clásica durante el primer tercio siglo XII. Comprende parte de la zona cubierta por tres primeras bóvedas y está realizado en su totalidad por el Maestro delle Traslazioni.

La primera bóveda, la más dañada de todas las del conjunto, está decorada con siete coronas circulares, donde la mas externa está dividida en doce sectores radiales de forma trapezoidal. El contenido de siete de estos sectores todavía se puede descifrar: sobre un fondo blanco con estrellas rojas se leen los símbolos y los nombres de Gemelli (Géminis), Cancro (Cáncer), Leone (Leo), Vergine (Virgo), Acquario (Acuario) y Pesci (Pisicis). En las esquinas, los cuatro vientos. 

En la pared de esta estancia se representa a cuatro astrónomos, que están siendo instruidos por una figura que se suele identificar con Moisés o Abraham.

El intradós del arco que separa esta bóveda y la siguiente está decorado con motivos marinos. En él se representan varios pescadores envolviendo con sus redes al Leviatán, el monstruo marino del libro del Génesis, así como a peces, caballos de mar y sirenas.

En la segunda bóveda del ciclo se nos presentan otras siete coronas circulares, esta vez organizadas mediante cuadrantes. Las dos coronas externas representan el mundo (entre los cuatro extremos de ambas coronas se localizan las letras que componen la palabra MVNDVS) y, después de la separación mediante la corona azul intermedia, se representa al hombre en las coronas interiores.

Si se observa con detalle la corona exterior, se identifican los cuatro elementos de la antigüedad. Comenzando por el cuadrante noroeste, tenemos el aire (aeris calidus et humidus); en el cuadrante noreste, el fuego (ignis calidus et siccus); en el sureste , la tierra (terra frigida et sicca) y, por último, en el suroeste, el agua (acqua frigida et humida). 

La siguiente corona, hacia el interior, identifica las estaciones: de manera análoga, en cada cuadrante se disponen la primavera (ver humidum et calidum), el verano (estas calida et sicca), el otoño (autumnus frigidus et siccus) y el invierno (hiems frigida et humida). De esta forma, se establece una relación directa entre los elementos y las estaciones que figuran en el mismo cuadrante. 

Si nos centramos ahora en las coronas interiores, vemos que en la de color verde, la primera después de la azul intermedia, se puede leer MINOREM MUNDUM SIC EADEM FORMANT ELEMENTA (el mundo menor está formado por los mismos elementos). 

A continuación, las dos coronas siguientes relacionan, de manera análoga a como se relacionaron elementos y estaciones, las edades del hombre (pueritia, adolescentia, juventus y senectialos cuatro humores del cuerpo humano: la sangre (sanguis), bilis amarilla (colera rubra), bilis negra (melancolia) y flema (fleuma).  

Seguramente es pertinente aclarar que los cuatro humores formaban parte de la teoría fundamental acerca funcionamiento del cuerpo humano desarrollada por la escuela hipocrática. La proporción entre la cantidad de sangres, bilis negra, bilis amarilla y flema era lo que determinaba el estado de salud de una persona. 

De hecho, Teofastro relacionaba estas proporciones con el carácter de las personas (sanguíneas, coléricas, melancólicas y flemáticas), en función de cual era el humor mas abundante en el individuo (de aquí procede la etimología de la palabra humor, en el sentido mas utilizado en castellano). Esta relación no se observa directamente en el diagrama representado en el  fresco, pero sí su asociación con cada edad del hombre, de forma que a cada etapa de la vida se le podía asignar uno de los rasgos anteriores: de esta forma, se asociaba pueritia con el carácter sanguíneo (y por tanto, con la primavera); la adolescentia con el carácter colérico (verano); la juventus con la melancolía (otoño) y la senectia con lo flemático (invierno). 

Finalmente, en la corona verde central puede leerse MICROCOSMUS ID EST MINOR MUNDIS (el microcosmos es idéntico al mundo menor). En su interior, podemos ver la figura de un hombre desnudo, con las letras de la palabra HOMO repartidas por los cuadrantes (que Inocencio III identificaba también con los puntos cardinales, de manera algo forzada, ya que la H sustituye a la S de Septemtrio, aunque para el resto de puntos coincida: Oriens, Meridies, Occidens).

Resumiendo, el hombre está formado por cuatro humores que se corresponden con los cuatro elementos: su vida se divide en cuatro etapas que se corresponden con las estaciones. Estamos, pues, ante una representación del cosmos con el hombre en su centro.

En la parte superior de la pared que hay debajo de la bóveda observamos una conversación entre Hipócrates y su alumno Galeno, una imagen ciertamente sorprendente del ciclo. En el libro de medicina que hay entre los dos se puede leer:

«Ciò che è in questo mondo risulta fatto dalla concatenazione degli elementi: di essi sono formate tutto le cose che sono create (Lo que está en este mundo resulta de la combinación de los elementos: de ellos se han formado todas las cosas que se han creado) »

Con el objeto de repetir el mensaje anterior, en la parte superior de la semipilastra adyacente que sobresale de la pared podemos contemplar la interpretación numerológica de los símbolos de los elementos, además de la asignación de una terna de cualidades a cada uno de ellos. Las ternas son actus/obtusa (aguda/obtusa), subtilis/corpulenta (sutil/corpulenta) y mobilis/inmobilis (móvil/inmovil).

La siguiente bóveda contiene un tetramorfos, lo que acaba de completar el ciclo de frescos. Como es bien sabido, los símbolos de los cuatro evangelistas son el hombre (san Mateo), el toro (san Lucas), el león (san Marcos) y el águila (San Juan).

La forma en que se han asignado los diferentes frescos del ciclo a las distintas localizaciones entre las tres bóvedas, paredes y arcos asemeja una recreación o relectura desde el punto de vista cristiano de la doctrina cosmológica que Platón describe en su Timeo. 

Observemos las similitudes estructurales que hay entre ambas obras: el hacedor o demiurgo compone un cosmos utilizando los cuatro elementos recopilados por Empédocles y separa la esfera de las estrellas fijas de las siete esferas. También introduce los cuerpos celestes para medir el tiempo. El ciclo de frescos, en lugar de utilizar a los dioses clásicos de la antigüedad, utiliza los astros en su lugar.

Platón llena el mundo con cuatro géneros de seres que tienen asignado su lugar en la cripta: los dioses (reinterpretados como cuerpos celeste, como hemos visto), en la primera bóveda; los seres acuáticos, en el intradós del arco que separa las dos primeras bóvedas; los seres terrestres, en la segunda bóveda y los seres alados (el tetramorofos), en la tercera.

Por otro lado, si bien Platón en el Timeo sigue las tesis hipocráticas para describir la función de los diversos órganos del cuerpo humano, la descripción de los elementos que se hace en el ciclo de frescos de la cripta, asignándoles diferentes atributos, está mas en línea con el pensamiento aristotélico (Ver nota)

En realidad, el ciclo no enfrenta a ambas escuelas de pensamiento, sino que mas bien las armoniza. Para Aristóteles, el cosmos consistía en una serie de esferas concéntricas de cristal, con la Tierra en el centro. Los astros eran perfectos e inmutables, moviéndose en círculos a su alrededor (es decir, tenía un concepción geocéntrica, basada en las ideas de Ptolomeo). Esta idea es perfectamente compatible, por tanto, con el fresco de la primera bóveda.

Me gustaría destacar aquí el hecho de que, en esta concepción, la Tierra no es plana, sino esférica, como ya sabían todos los estudiosos de la Edad Media. La idea de que el mundo cristiano se había alejado en sus orígenes de la astronomía griega y que había recuperado la idea de que la tierra es plana es una atribución inventada por el pensamiento laico del siglo XIX, irritado por la oposición de la Iglesia al evolucionismo.

Lo más llamativo de este ciclo de frescos es el hecho de que para asentar estas ideas no se haya utilizado la representación de pensadores o filósofos sino a científicos, ya sean astrónomos o médicos.

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Nota friki: Saliéndome completamente del tema representado en ciclo de frescos, me gustaría indicar que Platón relacionaba los poliedros regulares convexos con los elementos: el fuego estaba formado por tetraedros; el aire, por octaedros; el agua, por icosaedros; y la tierra, por cubos. Nótese la dificultad que hubiera supuesto representar esta relación con las técnicas pictóricas de la época. Como le sobraba un poliedro, Platón asimiló el dodecaedro con los límites del mundo impuestos por el creador (Aristóteles, por contra, asoció este poliedro con el éter). Resulta curioso observar la coincidencia entre Platón con alguna hipótesis actual, todavía consistente, en las que la forma del universo es la de un dodecaedro de Poincaré (si bien es cierto que esta variedad topológica del poliedro pitagórico original hubiese hecho temblar de miedo al pobre Platón). Esta hipótesis no tiene visos de poder perdurar mucho tiempo más, ya que, actualmente, se considera prácticamente demostrado que el universo es plano (las medidas empíricas que se tienen hasta la fecha conceden un de margen de error del 0’4 % a esta última afirmación).