De todas las pinturas de Velázquez que hay en Sevilla, ésta es la más moderna, y se dice que las de mas bella factura, a pesar de que la realizó ya en Madrid.
La atribución del cuadro al pintor sevillano fue objeto de un largo debate desde los años noventa, hasta que finalmente fue debidamente contrastada. Entre los numeroso documentos, argumentos y otro tipo de pruebas que se utilizaron para llegar a la conclusión, se recurrió repetidas veces a la comparación con otra de sus obras.
La Sibila muestra, efectivamente, el cabello sedoso y el mismo tipo de moño que la Santa Rufina del Hospital de los Venerables. La retratada también fue identificada en otras ocasiones con su hermana Santa Justa e incluso con Santa Clara.
Relacionada con la pintura de Santa Rufina, tenemos a la Imposición de la casulla a San Ildefonso, realizada por Velázquez en Sevilla antes de partir para la Corte. La escena contiene lo que se denomina un rompimiento de gloria: una representación del mundo espiritual mediante un recurso que lo separe de la representación del mundo material.
Si se observa con atención el grupo de figuras que están junto a la Virgen, se pueden observar similitudes entre Santa Rufina y la muchacha que está más a la derecha: el delicado cuello o la forma de la cabeza recuerdan bastante a la pintura de la mártir cristiana. Por este motivo, se asegura que ambas figuras toman como modelo a la misma persona, claramente alguien cercano al entorno del pintor, y muy posiblemente, una de las hijas del pintor. También se cree que la modelo de la Sibila es la mujer del pintor, Juana Pacheco.
El Centro tiene otro Velázquez mas, una Inmaculada Concepción, realizada en el taller de Francisco Pacheco, de la que habría que decir varias cosas.
Si hubo controversia acerca de la autoría de la Santa Justa, también la hubo con esta pintura, que hasta hace poco tiempo vino siendo atribuida por algunos autores a Alonso Cano, o incluso se llego a pensar en que fuese realizada conjuntamente entre ambos autores.
Esta obra nos lleva hasta Londres, donde reside otra Inmaculada que Velázquez realizó a continuación.
Aprovecho para recordar que el tema de la Inmaculada Concepción no trata acerca de la maternidad virginal de María, sino de explicar el dogma de que fue concebida sin pecado original, muy popular y controvertido en la Sevilla de aquella época.
Mientras que la pintura residente en Sevilla hacía pareja con la Imposición de la casulla a San Ildefonso en el compás del convento de San Antonio de Padua, la londinense se enfrentaba a San Juan en la isla de Patmos en el hoy inexistente convento de los Carmelitas Calzados.
La relación entre las dos obras de la National Gallery viene a través de una cita del Apocalipsis (12:1-4):
Apareció en el cielo una gran señal; una mujer vestida de sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza, una corona de doce estrellas.
En la esquina superior izquierda de la pintura puede observarse dicha visión, que es lo que provoca el nexo entre las dos obras.
Nada mejor para terminar el artículo que retomar el tema de las Santas Justa y Rufina con dos pinturas de Francisco Pacheco, suegro de Velázquez.