La Trinità

Pintura mural al fresco

667 x 317 cm.

La última obra de Masaccio en Florencia es la primera obra maestra de la perspectiva renacentista. En la nave izquierda de Santa Maria Novella no hay capillas: el artista toscano simula un nicho con un ábside situado encima de un altar. Enmarcado en un arco clásico, una bóveda de cañón artesonado, delineada según los principios de Brunelleschi.

Las figuras están cuidadosamente colocadas: forman una pirámide, escalonada hacia el interior. Encima del altar se encuentran los donantes, arrodillados. A continuación, la Virgen y San Juan, con Cristo en la Cruz; detrás de él, Dios Padre sostiene la cruz. Todas ellas están dibujadas a la misma escala.

Brutalmente innovadora, además de tener punto de fuga, carece de fondo dorado y es una pintura unitaria: todos los personajes están incluidos en la misma escena.

En el sarcófago puede leerse la inscripción IO FU GIÀ QUEL CHE VOI SETE: E QUEL CHI SON VOI ANCOR SARETE: Yo fui lo que tu eres y lo que yo soy, tu lo serás. 

(Publicada en Arte a las ocho por primera vez el 09/04/13) 

Affreschi della Basilica di San Clemente / Frescos de la Basílica de San Clemente

Uno de los lugares mas fascinantes de toda Roma (y mira que los hay) es la Basílica de San Clemente, a trescientos cincuenta metros del Coliseo. Podríamos pasarnos días y días sin parar de relatar las maravillas que contiene: una iglesia del siglo XII, otra del siglo IV y un templo de Mitra del siglo I, cada construcción debajo de la anterior. Hay incluso un cuarto nivel, que no se visita, al que pertenecen edificios destruidos durante el incendio de Nerón del año 64. Personalmente, es un lugar que recomiendo visitar a todo el mundo que viaje a la capital italiana. Como se recorren tres niveles, con cada tramo de escaleras que se baja se retrocede varios siglos en el tiempo.

Tratar de reseñar aquí todas las obras que se pueden contemplar tras sus muros carece de sentido, así que vamos a centrarnos en algunos de los frescos del nivel intermedio, ya que no queda otro remedio que considerar a San Clemente como una de las joyas del Románico, al menos en lo que a pintura se refiere. El resto de la basílica tendrá su oportunidad en otra ocasión.

Anónimo, siglo IX.  Basilica di San Clemente (Roma)

Pintura al fresco

Comenzamos con un fresco de la era del Papa Leon IV (847-855). Representa la Ascensión de Cristo, aunque algunos autores piensan que se trata de la asunción de la Virgen. A la derecha se encuentran otras escenas de la vida de Cristo, contemporáneas de esta.


En el nártex, justo por detrás, al otro lado del muro, están los frescos de la leyenda de San Clemente, fechados a finales del siglo XI o principios del siglo XII. Son dos, uno representa el milagro acaecido en su tumba y el otro, la llegada del cuerpo de San Clemente a Roma. Un tercer fresco, con el episodio de Sisinio, se encuentra en la nave izquierda, un poco antes del llegar al altar.

Para que os hagáis una idea del conjunto en su totalidad, sólo he conseguido estas tres imágenes, que son algo pobres, pero es que son extremadamente difíciles de conseguir. La primera es la del traslado de las reliquias; la segunda, la del milagro en el mar de Azov; la tercera, el episodio de Sisinio. Luego las veremos con más detalle. Quedaos con dos cosas: el Papa León IV, después del terremoto del año 847, encastró los muros con ladrillo para evitar el riesgo de la iglesia sobre su nivel inferior (de ahí que los frescos se encuentren «cortados» por su parte superior). Las pinturas fueron encargados por Benone di Rapiza, cuya figura se representa debajo del primero de los frescos junto con su mujer, Maria Macellaria, y sus hijos.




San Clemente murió martirizado: según cuenta la tradición cristiana, estuvo exiliado en Crimea y continuó con sus labores de misionero hasta que, después de hacer brotar agua de un pared rocosa, los romanos lo lanzaron al mar de Azov con un ancla atada al cuello, con el propósito de que su cuerpo no pudiese ser recuperado. Sin embargo, unos ángeles le enterraron en una ermita bajo el agua. Desde entonces, una vez al año, las aguas se apartan dos mil pasos y dejan ver su tumba, creada milagrosamente. En una de estas ocasiones, un niño quedó atrapado por la marea y no pudo regresar, siendo rescatado por su madre sano y salvo durante la retirada de las aguas, al año siguiente. Esto es lo que representa el primero de estos dos frescos, conocido como Il Milagro del Mar d’Azov.


Anónimo, finales del siglo XI.  Basilica di San Clemente (Roma)

Pintura al fresco

El otro fresco del nártex, Traslazione delle reliquie di San Clementemuestra como los restos de San Clemente fueron trasladados por los santos Cirilo y Metodio desde Crimea a Roma, donde les recibió personalmente el Papa Adriano II, ya que salió en procesión para acoger dignamente las trazas del santo. 


Anónimo, finales del siglo XI.  Basilica di San Clemente (Roma)

Pintura al fresco

Obsérvese que en el fresco se indica que el nombre del Papa que recibe las reliquias es el de Nicolás, antecesor del Papa Adriano II. Parece haber cierto consenso a que se trata de un error del artista.

El tercer fresco con estas mismas características, ya no se encuentra en el nártex, sino en el interior de la basílica: como parte de la leyenda de San Clemente, narra el episodio di Sisinio, prefecto pagano.


En la parte superior vemos la L’intervento di Sisinio mentre San Clemente celebra la messa, imagen que representa a éste durante la celebración de la misa. La mujer de Sisinio, Teodora, se había convertido al cristianismo sin el consentimiento de éste, prometiendo mantenerse casta para siempre. Sisinio, con razón o sin ella, montó en cólera y, un día, decidió seguir a su mujer hasta una casa particular en donde se celebraban los ritos cristianos, irrumpiendo con sus hombres durante la ceremonia (este es el momento que se representa). Súbitamente, Sisinio queda ciego y sordo, por lo que debe marcharse, ayudado por un acompañante. 


Anónimo, finales del siglo XI.  Basilica di San Clemente (Roma)

Pintura al fresco

En la parte inferior se relata otro momento de este relato. Clemente, haciendo honor a su nombre, acude al palacio del prefecto para sanarle y éste termina por recuperar sus sentidos. Sisinio, a pesar de todo, sospecha de que se trata de un engaño con el objeto de conquistar a Teodora, así que, enojado, ordena a sus sirvientes que prendan al santo. Pese a que intentan obedecerle, de nuevo se obra un milagro, de forma que los sentidos de los presentes se confunden y los criados se encuentran tratando de transportar una pesada columna en su lugar. San Clemente, en un correcto latín, les espetó: «A causa de la dureza de vuestro corazón, habéis merecido transportar piedras».

Esta imagen tiene un especial interés, pues esta repleta de inscripciones en lengua vernácula, es decir, son uno de los primeros testimonios históricos de que el idioma italiano se estaba gestando en ese momento y son de un gran interés desde el punto de vista lingüístico.


Aquí se puede identificar a todos los personajes. A la derecha, dando las órdenes, está representado Sisinio. Sus tres hombres se llaman, de izquierda a derecha, Carvoncelle, Albertel y Cosmari. Carvoncelle exclama:  «Falite dereto co el polo», que en italiano actual sería algo así como «Spingete diestro col palo», o sea: «Empujad recto el poste»; a lo que un encolerizado Sisinio responde en el otro extremo: «Alambre de le pute traite», es decir: «Figli di puttana, tirate!», o sea: «¡Tirad, hijos de puta!».

Die Mädchen von Olmo II (Las chicas del olmo II)

Georg Baselitz, 1981. Centre Georges-Pompidou (Paris)
Óleo sobre lienzo
250 x 249 cm.

A partir de 1969, el artista alemán comenzó a colgar sus cuadros boca abajo para renunciar a su contenido y llamar la atención sobre los aspectos puramente pictóricos de sus trabajos. Con ello, no trata de introducir ninguna abstracción en sus obras: sus figuras siguen siendo figuras, que él trata de convertir puramente en motivos. El movimiento artístico que encabeza, el neoimpresionismo, trataba de convulsionar el panorama artístico de esos años, dominado por las tendencias norteamericanas (el pop-art, el minimalismo o el arte conceptual). 

Morte della Vergine (La muerte de la Vírgen)

Michelangelo Merisi da Caravaggio, 1606. Musée du Louvre (Paris)
Óleo sobre lienzo
369 x 245 cm.

Caravaggio pintó este lienzo para que se colocase sobre un altar, lo cual ya da una idea de la osadía de la obra. La luz que proviene del cielo recorre calvas, cuellos y manos, antes de iluminar el cadáver con claros signos de enfermedad (los tobillos verdosos, el estómago hinchado). Por supuesto que los carmelitas de Santa Maria de la Scala no compraron el cuadro: se dice que la modelo era una prostituta que se había ahogado en el Tíber. En esta obra, el consuelo no aparece por ningún lado.

Dado que Caravaggio realizó la obra en el punto de más éxito de su carrera, fue también su mayor escándalo.

Al final, el lienzo fue comprado por Rubens para Vicente Gonzaga, duque de Mantua. El flamenco quedó fascinado por él, no sin antes reprochar a su autor el que no realizase bocetos previos.

Con esta pintura se entiende perfectamente la relación entre el Barroco y la Contrarreforma: su contemplación es más fuerte que un par de homilías.

Die fresken der Bischofskapelle (Frescos de la capilla del obispo)

Anónimo, alrededor de 1260.  Dom zu Gurk (Catedral de Gurk)

Pintura al fresco

Carintia (Kärnten, en alemán) es una de las regiones emblemáticas del románico en Austria. Una de las construcciones mejor conservadas de la zona es la catedral de Gurk, donde se puede encontrar uno de los escasos ejemplos que se conservan del estilo zigzagueante o zackenstil (en Arte a las ocho ya hemos tenido ocasión de ver otro ejemplo en Santa María de Lyskirchen). 

Este estilo se caracteriza por el tratamiento de los pliegues de las ropas, que terminan en inusuales líneas quebradas, que contrastan con el resto de las formas redondeadas características del románico. Si en el románico tradicional predomina la expresión corporal sobre las forma de las vestimentas, aquí sucede lo contrario. Estamos, por tanto, en su fase final, comenzando la transición hacia el gótico.

En la tribuna occidental de la catedral, en el vestíbulo que hay entre  las dos torres, está la capilla del obispo (Bischofskapelle). Está decorada por unos frescos que, como se puede apreciar, no se hallan en un buen estado de conservación. 

Dividida en varias zonas, la primera de ellas muestra la transfiguración y la natividad.


La central, a los apóstoles, en grupos de tres.


Podemos observar en detalle alguno de ellos.


Un tercer grupo, el más cercano a la puerta, contiene imágenes del paraíso terrenal.


Estas figuras se diferencian de las que se encuentran en los muros, por lo que la autoría de los frescos parece que se debe, al menos, a dos grupos distintos de personas.


En particular, centraremos la atención en la figura justo encima de la puerta, la Virgen. No hay más que observar su vestido y la angulosa forma en que están representados sus pliegues para entender lo que se entiende por zackenstil.