Retábulos para as capelas da Sé de Viseu

No se puede concebir la pintura portuguesa del Renacimiento sin hacer una referencia a su representante más emblemático, Vasco Fernandes, más conocido como Grão Vasco. Para ver el grueso de su obra no hay que recorrer muchos sitios: un buen punto de partida es el museo que lleva su nombre en la capital de la Beira Alta: Viseu. En él se encuentran los retablos que realizó para la Sé, conjunto que se encuentra entre su obras mas importantes.

 Óleo sobre tabla
 213 x 231,3 cm. (panel central)
46,8 x 67 cm. (cada panel de la predela)

En mi opinión, este panel de São Pedro (San Pedro) destaca sobre el resto de sus obras. Representado casi con aires reales, la majestuosa figura destaca sobre el fondo, donde se representan dos momentos de su vida en Galilea. Ubicado en su trono, realizado al estilo italiano de la época, casi se puede sentir el peso de su manto, decorado con hilo de oro, con sus pliegues extendiéndose sobre el mosaico del suelo.

Realizada para la Capilla del apóstol de la Sé de Viseu, este retablo  se puede admirar en el antiguo palacio que está situado justo en el edificio de al lado, actual museo de esta ciudad (al que el pintor le ha prestado su nombre), donde también se encuentran, entre otras de sus obras, otros cuatro retablos realizados para este templo, conjunto que vamos a comentar muy brevemente. Obsérvese el Calvário, realizado para otra de las capillas de la catedral.

Óleo sobre tabla
142,3 x 239,3 cm. (panel central)
 50 x 71 cm. (cada panel de la predela)

Cuando uno se ubica delante de esta pintura, resulta casi imposible no introducirse en la escena. Fijaos en del detalle de como la cabeza de Gestas, el mal ladrón, se retuerce en la cruz para indicarnos que Judas se ha suicidado. Para mí, ya sólo este retablo, junto con el de San Pedro, justifican la visita al museu.

El tercer panel, realizado para la capilla del Espíritu Santo, es un Pentecostes. No es la única obra con este tema que realizará, como el que realizará algunos años más tarde para el monasterio de Santa Cruz, en Coimbra.

Grão Vasco, h. 1529. Museu Nacional Grão Vasco (Viseu)
Óleo sobre tabla
237,5 x 216 cm.

Esta pintura destila, como el resto, un tremendo ambiente de espiritualidad, aunque puede que en este se acentúe más, si cabe. La representación de la nave abovedada de la Sé contribuye, sin duda, a reforzar esa sensación.

La capilla de São João Baptista fue el lugar elegido para mostrar este Baptismo de Cristo:

Grão Vasco, h. 1529. Museu Nacional Grão Vasco (Viseu)
Óleo sobre tabla
211,5 x 231,5 cm.

El conjunto lo completa este São Sebastião, el mayor tamaño de los cinco:

Grão Vasco, h. 1529. Museu Nacional Grão Vasco (Viseu)
Óleo sobre tabla
220,5 x 237 cm. (sólo este panel central)

Sus valiosos ropajes, tirados en el suelo, están revueltos con sus armas. El hombre que le ata no parece apretar demasiado los nudos.

Los retablos pasaron de las capillas a la sacristía de la catedral en el siglo XVIII, donde permanecieron hasta que fueron trasladados al museo en Septiembre de 1918.


Museu de Aveiro

El museo de Aveiro está situado en el Antiguo convento de Jesús. La princesa Juana, hija del rey Afonso V de Portugal y futura santa, se retiró a este convento en 1472, donde vivió sus últimos 18 años.Es un interesante lugar para visitar, sobre todo por su iglesia barroca.


En el coro bajo se encuentra la tumba de la santa, una obra de principios del siglo XVIII del arquitecto João Antunes, realizada en marquetería de mármol policromado y soportada por ángeles sentados, también de mármol.


Retrato da princesa santa Joana es la pintura es la más emblemática del museo. Está atribuida a Nuno Gonçalves (o a su entorno), y sorprende por la falta de expresividad de los rasgos de la joven, que está representada con el traje de la corte, en un retrato realizado con el fin de encontrarla un pretendiente que ella no deseaba.


Nuno Gonçalves, h. 1472.  Museu de Aveiro
Óleo sobre tabla
60 x 40 cm.

Fontaine Médicis

Alphonse de Gisors y otros, comenzada alrededor de 1630; terminada en 1866. Jardin du Luxembourg (Paris)
Frontal de 12 x 14 m. de altura

La segunda mujer de Enrique IV de Francia fue Maria de Médici. Se convirtió en reina regente de Francia a la muerte de su marido. Ya durante el reinado de su hijo, Luis XIII, encargó esta obra al ingeniero florentino Thomas Francine, con el objeto de decorar los alrededores del palacio de Luxemburgo, que acababa de ordenar construir, junto con otras fuentes, jardines y terrazas que ya no existen hoy en día.


Su intención era recrear los jardines del Boboli, que había conocido en su infancia en Florencia. En particular, esta obra era su cueva Bontalenti particular. Originalmente, estaba formada por tres nichos semicirculares separadas por cuatro columnas de orden toscano, decoradas con almohadillas y carámbanos. Está coronada por un gran frontón con los escudos de armas de Francia y de los Médici, flanqueado con dos figuras alegóricas que representan a los ríos Sena y Rin, realizadas por Pierre Biard.

Dibujo de la fuente de Jacques-François Blondel, arquitecto francés autor de Architecture françoise (1752), Bibliothèque Nationale de France (Paris)

Inicialmente, de ella no manaba agua, a pesar de contar con un grifo en el nicho central, dado que estos jardines están situados en la Rive gauche del Sena, donde no hubo agua hasta un tiempo después.

A mediados del siglo XVIII la fachada se encontraba en mal estado. Las dos ninfas originales habían desaparecido y la pared contra la que se había construido la fuente se había desmoronado. En 1811, Jean-François Chalgrin, el arquitecto del Arco del Triunfo, la restauró por orden de Napoleón. Encargó a los escultores Francisque Duret, Claude Ramey y Jean-Antoine-Gervais Talamona que reemplazasen las estatuas, que habían desaparecido. El escudo con las armas se sustituyó por un sencillo rectángulo decorado con carámbanos, como se puede ver en la fotografía de más abajo. Se colocó una pequeña Venus de mármol blanco en el nicho principal y se transformó en fuente alimentando de agua al pequeño estanque que tenía delante.

La fuente, fotografiada por Charles Marville entre 1851 y 1855. Musée Carnavalet (Paris)

En 1850, los edificios sobre los que estaba situada la fuente son demolidos y el arquitecto Alphonse de Gisors, que en aquel momento estaba trabajando en el palacio de Luxemburgo, la dotó de un estanque mas grande. La década siguiente es la época de la remodelación de Paris a cargo del barón Haussmann. Su proyecto para el Senado necesita de la reorganización de varias calles de los alrededores, de la destrucción de parte de los jardines de Luxemburgo y del desplazamiento de la fuente. Después de una larga oposición al proyecto, en 1862, la fuente fué desmontada piedra a piedra y vuelta a reconstruir treinta metros más allá de su emplazamiento original por Alphonse de Gisors, quien restituye el escudo de armas, tal y como fue diseñado originalmente y construye la piscina actual, de unos cincuenta metros de largo, entre dos hileras de plátanos.


En su nueva ubicación, Auguste Ottin es el encargado de las esculturas  de mármol que actualmente contienen sus nichos. En el principal, podemos encontrar su Polyphème surprenant Galatée fans les bras d’Acis (1866). A los lados, un fauno (¿Pan?) y la diosa Diana.

Alphonse de Gisors se encarga también de proporcionar una fachada oriental al conjunto. La fuente de Leda, que había construido el arquitecto Louis-Simon Bralle bajo el Imperio de Napoleón, va a ser demolida. Así, se incorpora a la parte trasera de la fuente Médicis, pasando inadvertida para los paseantes. Su bajorrelieve central, Léda métamorphosé en cygne (1807) es obra del escultor Achille Valois. Obsérvese como en la fuente original el agua partía del pico del cisne.


Por último, Alphonse de Gisors encargó al escultor Jean-Baptiste-Jules Klagmann terminar la fachada con la cúpula y el frontón sobre el que yacen dos ninfas.

palazzo_del_luxembourg_fontana_di_maria_de_medici_07

Si viajáis a Paris en otoño, os recomiendo que os deis un garbeo por los jardines de Luxemburgo y dediquéis un rato a contemplar la fuente, ya que es un entretenimiento de los más estimulante.


La crocifissione

Óleo sobre tabla
536 x 1224 cm.

Después de un intenso viaje por Italia, habiendo estado visitando a destajo durante doce días una ingente cantidad de museos, palacios, catedrales e iglesias uno piensa que, debido a la acumulación de experiencias de tanta intensidad, la capacidad de admiración queda inutilizada, al menos temporalmente. Por eso me resulta tan sorprendente este cuadro. La visita a la Scuola, de entrada, no te deja indiferente. Pero una vez en piso superior, cuando se entra en la Sala dell’Albergo, uno no puede evitar contener la respiración cuando se da la vuelta y observa esta maravilla.

Esta es, sin duda, una pintura que hay contemplar in situ. Ninguna reproducción, por buena que sea, lograra siquiera conseguir transmitir una décima parte de las sensaciones que te invaden al contemplarla. Hasta esa fecha, Tintoretto siempre me había parecido un pintor incapaz de transmitir emoción alguna, o al menos no había encontrado forma alguna de conectar con su pintura. Inmediatamente me di cuenta de mi poca experiencia en apreciar las obras de arte y me percaté de las carencias de mi educación en esta materia, cosa que he tratado de ir subsanando humildemente desde entonces.

Desde mi punto de vista, es una de las grandes obras maestras de todos los tiempos. Cada vez que la veo, no puedo evitar recordar el escalofrío que me recorrió la espalda la primera vez que la ví.

Sobrecogedora.

(Publicada en Arte a las ocho por primera vez el 20/03/13)